jueves, 22 de diciembre de 2016

Patricio Foglia

Pero quedate quieto



Quedate quieto

Quedate quieto
quedate quieto te digo
¿pero cómo se te ocurre
ponerte tetas
cortarte el pelo
querer ser hombre, mujer,
astronauta, bailarín, poeta?

Por favor, no seas ridículo
quedate quieto
por Dios te pido…

A lo sumo
si querés escribir poesía
podés escribirte unos poemas
pero encabalgando,
encabalgando
encabal
gando
o como si estuvieses
un poco perdido
en el mambo narcisista del barroco
o como si estuvieses rimando 
tristeza con pobreza
conurbano
con un ano
o estudiando,
haciendo una maestría completa
con tus tres amigos
que son, por supuesto!
los nuevos beatniks contemporáneos
pero quedate quieto
quedate quieto carajo
quedate quieto
y cerrá la boca
y cerrá el culo
y quedate quieto
y tapate todos los agujeros

¿O no te diste cuenta
de que el tiempo y el gobierno
son los únicos agentes
con licencia para el cambio?



Anécdota

Fue en la presentación
de un libro de Osvaldo Bossi.

Estábamos con Natalia, sentados
en aquellas sillas de plástico, rojísimas
rodeados de poetas y de luces.

Un par de filas más adelante,
Fernando Noy movía su abánico
y no paraba de mirarnos
hasta que, en un momento, se levantó
y se sentó, justo al lado nuestro,
y nos dijo: Los estaba mirando…
los miraba
al moro moreno y a la sirena
de pelo dorado...

Osvaldo empezó a leer
y cuando terminó
hubo un silencio y después
Espacio Enjambre vibró
con los aplausos.

Hubo un brindis
y nos fuimos.

Guardo este recuerdo
como si fuese de mi infancia.

Ayer
volví a buscar
mi talismán. Abrí
mi cofre de madera:

Todo el cuarto se iluminó 
cursi, mersa, obvio, sí
pero igual
mi corazón se iluminó,
con el resplandor de jade
de la anécdota.

Patricio Foglia


Patricio Foglia nació en Buenos Aires, en 1985. Publicó Temperley (En el aura del sauce, Subpoesía, 2011), Lugano 1 y 2 (Viajero Insomne, 2014), La escafandra (Mágicas Naranjas, 2015) y Tokio (Caleta Olivia, 2016). Compiló y prologó la antología de poesía y ciencia ficción Los fuegos de Orc (Mágicas Naranjas, 2016). Coordina con Tom Maver el sitio malonmalon.com.ar. Tradujo, junto con Natalia Leiderman, una antología de poemas de Sharon Olds. Colabora en el ciclo de lecturas El Rayo Verde, que organiza Osvaldo Bossi.





martes, 20 de diciembre de 2016

Así ven El Rayo verde






1.- Una amistad es el puente que lleva a cualquier camino
 por Guido M. Delía


Una amistad es el puente que lleva a cualquier camino y, por este insólito camino se está entre los que queremos, se comparten momentos bellos. En el taller de poesía hemos sido acompañados por un hermoso y querido docente: Osvaldo Bossi.
Sin saberlo, en mis 5 años de taller, los amigos que conseguí aquí, me devolvieron mucho, y tanto más preciso que un sonido: la palabra. El movimiento de astros que hay en la casa de Osvaldo me humaniza como un escarabajo y su potencial fuerza, en lo pequeño. Siento una gran alegría de pertenecer a este solar de personalidades que conmigo se hacen parte de lo que no sabemos.

Existe una camaradería espectral sobre nosotros a la que, sinceramente, acudo, cuando algo feo pasa. Una benévola aparición del sentido humano del hombre y mujer que requiere saciar su alma en la poesía. Y las prendas de vestir acurrucadas en posición verbal, como hacen los que, sin ver, pueden anteponerse a los hechos. Por estas y muchas más cosas me refiero a mi profesor como un amigo. Porque se ve que él así lo hace posible.

Esta amistad requiere de un aprendiz, de un profesor y de un grupo que atienda, en distraídas ocasiones, los caprichos del que tiene a su lado. Y sentirse parte de todo esto me resulta inmensamente conmovedor. Tener que explicar lo que es la amistad sería entrar en terreno llano o tal vez precario porque, la amistad se da cuando hay trabajo, dedicación, poesía y formas vertidas en un poema que dará a luz.
Para ello está Él, Osvaldo, para sanarnos y disponer de nuestras palabras que se vuelven ciertas en su boca.

Queremos mostrar esta plaquette, hoy, en el Espacio Mu, para terminar el año 2016 y celebrar juntos la participación en el Ciclo El Rayo Verde, también; que demuestra siempre estar a la altura de los momentos difíciles del país. Un espacio también producto de la amistad entre nosotros: Patricio, Bárbara, Emilio, Cecilia, Marcos, Romina, Marlos, Gustavo, Osvaldo y yo. Y a ustedes, hacerlos parte de esta comunidad poética.

*

2.- Compartir el pan
por Natalia Leiderman


Hace unas semanas, un compañero de la facultad compartió un fragmento de un texto que tengo el deseo inmenso de compartir con ustedes, y especialmente con mis compañerxs de taller:

¿Dónde están las palabras, dónde la casa, dónde mis antepasados, dónde están mis amores, dónde mis amigos?

No existen. Todo está por construir. Debes construir la lengua que habitarás y debes encontrar los antepasados que te hagan más libre. Debes construir la casa donde ya no vivirás solo. Y debes construir la nueva educación sentimental mediante la que amarás de nuevo. Y todo esto lo edificarás sobre la hostilidad general, porque los que se han despertado son la pesadilla de aquellos que todavía duermen. (Tiqqun[1], “La guerra apenas ha comenzado”)

Creo que el espacio de taller con Osvaldo, y creo que la poesía, nos proponen eso: dar de nuevo, reconstruir, ser libres para volver a dibujar una y otra vez nuestro camino. Con la poesía nada es sencillamente lo que es.  Como decía Lezama Lima, y como dijo Mariela el otro día en el taller: el poeta es el guardián de la semilla, de la posibilidad infinita. Unx en la poesía puede volver a elegir: a quién amar, quién ser, en qué mundo vivir. Con quién hermanarse. El grupo de los jueves es para mí un gran grupo de hermanxs, de amigxs, de compañerxs. “Compañero” es una palabra hermosa, que viene del latín y significa “compartir el pan”. Cada jueves elegimos compartir el pan de la poesía. Y esto significa muchas cosas: compartir historias, amores, dolores, preguntas, y compartir las distintas estrategias que tiene cada unx para conjurar y transformar todo eso.

Agradezco en nombre de todxs a todxs: por la atención, el amor, la avidez. No me olvido nunca de una cosa hermosa que dice Aristóteles sobre la amistad: que multiplica la percepción. Eso es lo que nos pasa todos los jueves y lo que está pasando ahora: nos multiplicamos.

Gracias en nombre de todo mi grupo a Osvaldo, quien nos abrió un nuevo mundo de posibilidades, o más bien nos dio generosamente la llave para poder abrirlo.
Y gracias especiales a Jorgelina, poeta justísima inquietante y generosa, que fue en nuestro taller quien se puso oficialmente la camiseta para la realización de esta plaquette.

Ahora sí, nos entregamos: empezamos con la lectura.

*
2.-Cierre de acto escolar para mamá
por Cecilia Berrondo


Nos tocó presentar a Naty y a mí al grupo de los jueves.
Nos intitulamos “El poema que fue jueves” para esta ocasión especial.
Voy a ser breve y decir solamente que cada jueves  por la tarde durante dos horas nos encontramos a jugar muy seriamente con otros compañeros y otras compañeras y lo hacemos alrededor de un maestro como Osvaldo.
Remarco estas palabras: Juego/Encuentro/Compañeros/Compañeras/Maestro.
Y en lo personal decir que hoy es un día especial para mí ya que están mis 3 hijos a los que amo profundamente y mi hermano.
Este es el acto de cierre escolar para mamá.
Y agradecerles a todos por acompañarnos  en este Juego y en el disfrute del Juego con la palabra.

 *

4.- El amor a la palabra como pacto de amor
por Gustavo Gottfried


Esta plaqueta, que presentamos hoy, representa el trabajo de un año en el taller de los sábados, en casa de Osvaldo. Así que, en la lista de agradecimientos, el primer lugar, indudablemente, debe ocuparlo él.


Enseñar es, literalmente, dejar un signo en el otro, y, como ya lo ha señalado Carlos Battilana, Osvaldo nos ha marcado a todos con el signo del amor. El amor a la palabra como pacto de amor. Amor por el otro, más allá de todo. Por eso los textos que se producen, por eso los vínculos que se generan, en este lugar. Porque si algo terminamos de aprender -particular y dolorosamente- en este año, es que la belleza surge del amor y que nunca nunca sucede al revés.

Hace diez años que soy alumno del mismo maestro y, a lo largo de este tiempo, Osvaldo no ha hecho más que volverse más comprensivo, más luminoso y sabio. Agradezco entonces que hoy me haya dado el honor de editar una publicación como esta. Agradezco a mis compañeros Emilio, Cecilia, Marlos, Cristóbal, Romina, Marcos, Guido. También a Javier, a Mariana, a Silvana, y a otros que este año no pudieron venir tanto.

Agradezco especialmente a Bárbara y a Patricio, por compartir la responsabilidad de la edición a través de la sensible tarea de las correcciones.

Agradezco a Alfredo Machado por su arte, que es poesía en imágenes, para nuestra tapa.

Agradezco a mi gran amiga, María Valeria Chinnici, por el hermoso diseño, la paciencia y el esfuerzo…

…y también a su hermano, Juan Ignacio Chinnici, por haber impreso en sus mágicos talleres del pasaje Lanin, esta plaqueta lujosa e impecable, pero sin que nuestra economía se viera amenazada.

Y a todos ustedes, los amigos del Rayo, que es otra de las manifestaciones del amor: nada más y nada menos que una fiesta.

Feliz año viejo, feliz nuevo comienzo









lunes, 19 de diciembre de 2016

El Rayo Verde, texto presentaciòn


Antología 2016

Queridos amigos y amigas, sólo tengo para ustedes esta noche palabras de alegría y de gratitud. De alegría, por haberlos encontrado, y de gratitud, porque sin ustedes yo me hubiera perdido en ese limbo, más o menos confortable, de soledad, en el que a veces se pierden los poetas. En cambio, gracias a ustedes, todos los días son nuevos para mí. Y nada está sabido del todo y nada es definitivo.

Algunos piensan que en los talleres de poesía no se enseña a ser poeta, y seguramente tengan razón. Pero se aprenden otras cosas que, a un poeta, no le vienen nada mal.  Como la lectura y el trabajo en equipo. La caída a pique del ego para que empiecen a ocurrir otras cosas. Entre ellas, el respeto por el otro, y el desarrollo sutil de un oído que se vuelve capaz de escuchar otra música, además de la propia.

Vivimos un tiempo difícil en lo social y, por añadidura, en lo personal. Pero todo lo que aprendimos juntos y la amistad que se fue desprendiendo de eso, son una forma de contrarrestar esa dificultad. Ya sé, parezco una directora de escuela haciendo su discurso a los alumnos que llegan y dándole un cálido abrazo a los egresados, pero ser docente es terrible y es hermoso, porque además de todas esas cosas buenas que les dije, se tiene una gran responsabilidad.

En mi caso personal, la poesía me ayudó a conocerme y a ser un poco más libre cada vez. Sólo un poco, pero lo suficiente como para querer transmitir ese descubrimiento  a los demás. Y a desmitificar, que nada es para tanto. La poesía es parte del mundo, pero no es el mundo. Puede ayudar a comprenderlo y a verlo de otra manera (como lo ven los poetas) pero difícilmente a sustituirlo.

En fin. Que cada uno escriba lo que tenga ganas de  escribir, y ame lo que tenga que amar. Desde los talleres de poesía yo abogo por eso. Ojalá lo consiga. Lo que ustedes escriben me dice que sí. La alegría de sus otros sobre todo, cada vez que nos encontramos, me dice que sí. Esta noche, y esta reunión de amigos, me dan la confianza que a veces tengo y a veces pierdo, como cualquiera.

Esta noche, además, presentamos la nueva antología de El rayo verde, edición 2016. Con la particularidad de que esta vez cada grupo trabajó y editó la suya. El resultado, son tres plaquettes hermosas y distintas, en su diagramación y en su contenido. Celebro esa diversidad y ese trabajo en equipo, como los chicos que se juntan a hacer la tarea, se acuerdan?, mientras toman la merienda después de la escuela. No importa si ahora en vez de chocolatada Cyndor (qué antigüedad) destapen una cervecita: la felicidad es la misma.

Para decirlo de una buena vez. Ustedes son mi guía, mi señor y mi maestro, como decía Dante de Virgilio en La divina comedia. Ustedes me llevan de la mano por el mejor camino, sin saberlo. Yo solamente estoy aquí para darles mi cariño y agradecerles.

Osvaldo Bossi



domingo, 11 de diciembre de 2016

Graciela Perosio

El privilegio de los años



mientras pelo las cebollas
que pondré en el horno
pienso: no quiero ser post
ni escribir postliteratura, ni leerla
ni mucho menos estudiarla
no quiero definirme por haber
llegado tarde a una fiesta
a la que creo, no fui invitada
estudiar el pasado, asumirlo
pero a la vez comenzar…

algo se me tiene que ocurrir
a pesar de la caída del muro
de la caída de las torres
de las caídas y de los caídos

de nuevo buscar mi palabra
y que no sea ruido de fondo
el resto que se irá por la cañería
cuando lavés los platos
                     
en cambio, ofrecería un banquete

o acaso, quienes nacimos a la mitad del siglo
¿no pagamos ya bastante por  todo?
¿cuándo vamos a festejar
el simple triunfo de estar vivos y en pie?
¿para cuándo entonces, el poema mayor?


*

                                                       (a Leonardo Martínez)

hubo en mi infancia un patio amarillo
hubo además, un acolchado rojo
que los años fueron destiñendo

lo tendía en el centro
para recostarme encima
con el propósito expreso
de mirar nubes
cuánto amaba seguir las transformaciones
de castillo a dragón, de princesa
a caballo, a pajarito, a mariposa

y mi vieja desde la cocina: Graciela,
andá al almacén, necesito manteca
y yo: pero no puedo, mami, estoy ocupada,
estoy pensando
mi vieja impávida, sin saber
qué hacer con su enojo
porque intuía que la hija
no le daba una excusa, sino que era cierto
              
el pensamiento siempre fue mi fortaleza
frágil e invencible
como las nubes
el deseo de la piel
en cambio
se me perdió
¿cómo encontrar hoy esa voz subterránea?
apenas, el gemido de una niña
que se quedó sola con las hadas                        
no del todo confiables



Graciela Perosio

Buenos Aires, 1950, De El privilegio de los años. Editorial Leviatán. Buenos Aires. 2016.
                                                   

viernes, 9 de diciembre de 2016

Ismael Cuasnicú

 Tres poemas



Mi hijo duerme…

Mi hijo duerme en la cama
grande
que el resto de los días
me ahoga solo.
Duerme atravesado
con sábanas del verano.
Lo veo en la luz de la ciudad abierta
le puse música y acaricié su cabeza
que todavía no ha perdido.


Dónde…

¿Dónde puedo poner
las voces que no
están?
Un valle resonando
para la palabra más dulce
partículas de polvo que solo el sol
ve
un eco que trepa
la ladera de los montes
y vuela sobre cuevas
donde agonizan los gritos.


Nostalgia de la luz

No sos tus huesos
pero igual los junto
en el abrazo con los míos.

No sos tus huesos
pero los acomodo
en la tierra
con el recuerdo
de tu forma
el dedo que falta
el pie
parecen crecer con el pasto.

No sos tus huesos
pero mis manos
dejaron de frotar el aire
como a una lámpara
en la que no aparecías.

Ismael Cuasnicú

Nací en Mendoza, Argentina, el 14 de diciembre de 1973. Vivo y trabajo en Capital Federal. Autor de dos novelas y un puñado de poemas inéditos.



domingo, 27 de noviembre de 2016

El rayo verde, noviembre


EL rayo verde
texto leído durante la presentación






Cada época, mejor dicho, cada poeta, arma su propia tradición de lecturas imprescindibles. Todas geniales y todas arbitrarias. El otro día, por ejemplo, en uno de los talleres de poesía, leímos los hermosos poemas de Leónidas Escudero, y otra vez volvió a pasar algo increíble. Los chicos y chicas del taller, después de leerlo, no paraban de maravillarse. Uno de ellos, inclusive, en un momento determinado, creo que de éxtasis, exclamó: Qué felicidad!  Nos reímos, compartimos esa impresión y tratamos de aclararla, agregando otros comentarios. Pero la felicidad era imbatible. Escudero, poeta de San Juan que vivió 95 años, y que comenzó a escribir y publicar tardíamente, llegaba al corazón de un muchachito de veintipico. Es decir, el comienzo y el fin se tocaban, se alcanzaban de alguna manera misteriosa. Y si eso que los unía no era la poesía, entonces qué. Hablo de Escudero, porque es mi maestro indeclinable (hay otros, aunque estén en las antípodas, como Borges), si bien yo no lo conocí personalmente. De él, cada vez que lo leo, aprendo algo de la poesía y de la vida, que no están tan separadas como se piensa. Algo que de otra forma se me hubiera olvidado o nunca lo descubriría. Cada poeta, entonces, arma y “ama” una tradición, una manera de entender la literatura, y la poesía en particular. Nuestra poesía vernácula está llena de glorias. Desde Alfonsina Storni a Estela Figeroa, pasando por Gelman, Amelia Biagioni, Juanele Oritiz, Diana Bellessi, Juana Bignozzi, Arturo Carrera, Hugo Padelletti, Perlongher, Francisco Madariaga, Olga Orozco y Alejandra Pizarnik. Y tantos otros y otras, por suerte. Cada uno con su manera de acercarse a la poesía, y por ende, de construir un mundo hecho a su imagen y semejanza. Lo mismo ocurre con la poesía escrita por los más jóvenes, esquiva a veces y siempre imprescindible, que nos llega través de blogs y plaquettes, o de pequeñas editoriales independientes, que son la sal de la vida, y si no de la vida, de la poesía que se escribe actualmente. Este ciclo de lecturas, El rayo verde, que viene convocándolos, en la medida de sus posibilidades, desde hace cuatro años ya, trata de reunir esas voces secretas y no tan secretas, a veces consagradas, no para construir una preeminencia sino para que, al encontrarse, al encontrarnos, algo pase. El ciclo de lecturas no como un lugar de exhibición y una pasarela, sino como el lugar donde los poetas y los escritores de una época determinada ponen a prueba sus textos y aprenden, aprendemos todo el tiempo, como si fuera un gran taller, un gran laboratorio de lectura y escritura. Imagínense si esta noche leyeran Amelia Biagioni (aunque era un poco fóbica) y un poeta que acaba de publicar su primer libro. Cuánto aprenderían el uno del otro, y cuánto aprenderíamos todos. Y de ese aprendizaje se desprendería, como dije al principio, cierto estado de felicidad. Yo sé que la palabra felicidad tiene mala prensa, y que lo oscuro suele ser mejor visto. Pero bueno, hablemos entonces de la felicidad de lo oscuro, ese oxímoron, uno de los tantos a los que nos tiene acostumbrados la poesía, como un encuentro inesperado que se repite. Como esta noche, donde, una vez más, jóvenes y no tan jóvenes, escritores consagrados y aquellos que recién empiezan, vuelven a encontrarse bajo el contagioso resplandor de este rayo verde que, como en la novela de Verne, es un rayo y es una metáfora de otra cosa. La poesía, la literatura, como una forma de felicidad. Ojalá lo disfruten. Y ojalá que el cariño y la amistad de los poetas, puedan contra cualquier agente de destrucción, que existe, y que no está entre los poetas seguramente. Muchas gracias!

Osvaldo Bossi


martes, 22 de noviembre de 2016

La canción del barrio



Está hecha con nada, o casi nada, la poesía de Marco Rossi Peralta. Sus versos, cuando uno los lee, no parecen versos sino las modulaciones de una voz que se deja llevar por sus historias, con esa naturalidad. Como si contar y cantar fueran lo mismo, como si la anécdota (vista, por algunos poetas, como residuo) fuera el verdadero tesoro sobre el cual estos poemas detienen su mirada. A veces, estas vidas se entrelazan unas con otras, a veces sus deseos o sueños (como el de conducir un colectivo, o mover una casa de lugar) se aíslan y brillan hasta encontrar un lugar en el mundo, una suerte de eternidad (como casi todo en este libro) que se escapa del tiempo y su asedio constante. De hecho, hay un poema que se llama “En un solo segundo”, donde una mujer y un hombre (María y Pablo) que no tienen nada, tienen sin embargo el amor de sus cuerpos y con eso -la demorada entrada de uno en el otro- logran vencer a la muerte. Sus poemas me llegaron a través de un mensaje que Marco me envió por facebook una de estas últimas mañanas de invierno. Abrí el archivo y enseguida quedé deslumbrado. Uno de esos poemas, me acuerdo, decía así: Carlos le dice a Lucas / que a veces / le parece / que el amor no alcanza / que a veces es poco. // Y Lucas le contesta  / cómo va a ser poco / si no tengo más. El poema se llama “Amor”. Lo que sentí, al leerlo, es que la poesía empezaba otra vez, como si nada hubiera pasado. En la voz de este chico de veintipico de años nacido en Tucumán (o Micumán, como se llama este libro), después de todos los apocalipsis, su voz volvía a nombrar las pequeñas cosas del mundo. Cercana, tierna, sin pretensiones. Como en La canción del barrio, quizás, de Carriego. Con esa inocencia.

Osvaldo Bossi

POEMAS



Amor
Carlos le dice a Lucas
que a veces
le parece
que el amor no alcanza
que a veces es poco.
Y Lucas le contesta
cómo va a ser poco
si no tengo más.


Changuito
La primera vez
que Lucas
se pintó los labios
no se escondió.
La primera vez
que le gustó
un changuito
del otro curso
no sintió culpa.
La primera vez
que besó
a ese changuito
casi
sin darse cuenta
no lloró
de vergüenza.


Mamá
Yo te voy a querer siempre
porque sos mi hijo.
Y lo toca
y lo mira
y lo abraza
y lo mima
y se encuentran.


Whatsapp
Carlos:
odio verte llorar
porque quiero
que siempre
estés feliz.
hoy llorabas por mí
Los momentos de la vida
que uno quiere que sean perfectos
nunca son perfectos
uno quiere que como en las pelis
nadie hable
y toquen violines
y etcétera.
Pero en cambio tocan bocina
 y al boludo de la tele
se le ocurre decir
que San Martin juega como el Barcelona
cuando tu novio llora por vos.
Lucas:
Los violines están atrás
de millones de besos de mentira
todos olvidables
nosotros tenemos besos de verdad
y al gil hablando de San Martin
para no olvidarnos nunca.
Y si San Martin quiere jugar
como el Barcelona
que Brad Pitt quiera ser
como yo
cuando te beso.


La obra
Al papá de Lucas lo miran raro
cuando está zarandeando
la arena.
A tu hijito le gusta
que le peguen
una zarandeada
¿no?


Una de cal y una de arena
El polvo blanco
suspendido en el aire
tapa la noche
Lucas dice que hay que poner
las ventanas mañana
porque entra viento
y les hace frío.
Una de cal y una de arena
las bolsas  que sostienen
a Carlos y a Lucas.
En el conglomerado
la transpiración hace arder
la cal en los cuerpos
y no importa.
Nada existe atrás
de los andamios
los ladrillos
las baldosas
y las paredes a medio hacer
que los defienden.

Marco Rossi Peralta

De “Mucumán” (Editorial Monoambiente, Tucumán 2016)