El privilegio de los años
mientras
pelo las cebollas
que
pondré en el horno
pienso:
no quiero ser post
ni
escribir postliteratura, ni leerla
ni
mucho menos estudiarla
no
quiero definirme por haber
llegado
tarde a una fiesta
a
la que creo, no fui invitada
estudiar
el pasado, asumirlo
pero
a la vez comenzar…
algo
se me tiene que ocurrir
a
pesar de la caída del muro
de
la caída de las torres
de
las caídas y de los caídos
de
nuevo buscar mi palabra
y
que no sea ruido de fondo
el
resto que se irá por la cañería
cuando
lavés los platos
en
cambio, ofrecería un banquete
o
acaso, quienes nacimos a la mitad del siglo
¿no
pagamos ya bastante por todo?
¿cuándo
vamos a festejar
el
simple triunfo de estar vivos y en pie?
¿para
cuándo entonces, el poema mayor?
*
(a
Leonardo Martínez)
hubo
en mi infancia un patio amarillo
hubo
además, un acolchado rojo
que
los años fueron destiñendo
lo
tendía en el centro
para
recostarme encima
con
el propósito expreso
de
mirar nubes
cuánto
amaba seguir las transformaciones
de
castillo a dragón, de princesa
a
caballo, a pajarito, a mariposa
y
mi vieja desde la cocina: Graciela,
andá
al almacén, necesito manteca
y
yo: pero no puedo, mami, estoy ocupada,
estoy
pensando
mi
vieja impávida, sin saber
qué
hacer con su enojo
porque
intuía que la hija
no
le daba una excusa, sino que era cierto
el
pensamiento siempre fue mi fortaleza
frágil
e invencible
como
las nubes
el
deseo de la piel
en
cambio
se
me perdió
¿cómo
encontrar hoy esa voz subterránea?
apenas,
el gemido de una niña
que
se quedó sola con las hadas
no
del todo confiables
Graciela Perosio
Buenos Aires, 1950, De El privilegio de los años. Editorial Leviatán. Buenos Aires. 2016.
Graciela, un placer leerte y leerme en tus poemas. Soy Emma
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