viernes, 20 de mayo de 2016

LUCIANA REIF "Entrada en calor"





Chicas malas 


Cuando las chicas escriben poesía, algo ocurre. El mundo deja de ser un lugar confortable y muestra sus fisuras. Las chicas siempre escriben para decirnos que algo anda mal, y ese algo no es únicamente el mundo en el que vivimos, sino el mundo de nuestros afectos, nuestra secreta novela familiar, donde el deseo va y viene, y a veces va y no viene, y a veces sí.

No digo que los varones no lo hagan, digo que la verdadera revolución en poesía, desde hace algún tiempo, la vienen llevando adelante las chicas, que cuando escriben, se atreven un poco más. Y si no me creen, lean el primer poema de este libro, que a su vez le da título a toda la colección, Entrada en calor, y después me dicen. 

Hay pocos poemas así, tan hermosos, tan potentes, donde la muchacha desea, desea en total libertad, y el chico ni se entera. Donde ni siquiera es consultado. Con una autonomía verbal extraordinaria.

También el espacio elegido es un cambio de escenario y de roles: un gimnasio, donde preparamos el cuerpo para la batalla erótica que es siempre una batalla social, en el fondo. 

Después de eso, el libro se abre a otros relatos. 

El relato familiar -esa suerte de educación sentimental para vivir atada (al otro, a las convenciones) y el relato amoroso después, que lleva a todas las niñas a querer regresar a su preciosa casita de muñecas: la infancia y su claustrofobia. 

En el medio (¡por suerte!) de una cárcel a otra, de una encrucijada a otra, están los poemas de Luciana Reif, que se escapan, raudos, tanto de la casa familiar como de la monogamia. 

Poemas de tan endiablados, angelicales, como Amén, o el ya citado, Entrada en calor, verdaderas chispas, qué digo chispas: incendios de felicidad e ironía. Y todo dicho como al pasar, o como si no pasara nada, con total inocencia. 

¡Pero ojo! con una pequeña gota de oscuridad en el centro. La oscuridad del amor y a la oscuridad del deseo, que no siempre van juntos.

Como la mayoría de los poemas escritos por mujeres en nuestro país, desde Alfonsina Storni a Diana Bellessi, pasando por Amelia Biagioni y por Susana Thénon (sólo por dar unos nombres) la poesía de Luciana Reif insiste en el tema de la identidad, en la impaciente construcción de un espejo que le devuelva una imagen, no digo real, no digo única, pero al menos, un poco verdadera.   

Osvaldo Bossi


Texto leído en la presentación del libro “Entrada en calor”, de Luciana Reif  (El ojo del mármol, 2016)




lunes, 16 de mayo de 2016

EMILIO HERRERA

el lento sonido de la lluvia

                                   
                                                       











HABITAT

hoy mi habitación
es un depósito
ahí tiraron las cosas que no sirven
afiches apuntes objetos rotos
lo que cualquier hijo de vecino
tiraría a la basura

todas esas cosas
permanecen en este lugar,
no queda espacio para las mías

mi madre
mi padre
mi hermano
las dejaron ahí
chuchearías del pasado
que a nadie le importa.



 COMO EN OTRO TIEMPO

aquí la gente parece distinta
el campo tiene ese secreto
las mañanas son azules
como las tardes,
el tiempo se detiene

todo va más lento
hasta las canciones
que pasan por la radio
las chicas cantan mejor, te digo
y sonreís

todos los peregrinos
quieren entrar a la basílica
sacás unas fotos
las vemos y nos reímos

Luján tiene eso
el milagro de sostener antiguas paredes
que aún conservan la frescura
como el primer día.


EL HÁBITO DE LA LLUVIA

en la ventana
los rastros de la lluvia
el viento y el sol secarán su marca

sólo una huella de su paso
quedará como una sombra
en el lugar donde habito

veo cómo pasa el tiempo
las hojas secas del invierno
que la primavera desechará

sigue la tormenta
que acurruca mi cuerpo
sobre las frazadas

cada gota
simula dejar todo atrás
también el ruido de los autos
que pasan por el asfalto húmedo

aquí en este cuarto
no hay segundos ni minutos
sólo un espacio vacío
un anotador una almohada
el lento sonido de la lluvia.

Emilio Herrera
De “Un cuarto azul” (Ediciones El ojo del mármol, 2016)






domingo, 15 de mayo de 2016

LUCIANA REIF

Mientras pedaleo en la bici fija del gimnasio







Entrada en Calor

Mientras pedaleo en la bici fija del gimnasio
miro al chico que me gusta,
el chico que me gusta corre en la cinta
a diez kilómetros por hora, después
hace pesas y abdominales y termina
con quince minutos de bici.
No es un chico atlético, tiene un torso
más bien pequeño pero dedicado.
Me atrae su constancia, su total entrega
muchos de los que vamos al gimnasio
a los pocos meses de empezar
variamos la rutina,
obviamos las cosas que nos aburren
y si sobrevivimos terminamos haciendo
la mitad de lo que nos dieron.
Pero el chico que me gusta hace toda la rutina
con devoción, tres series de diez flexiones de brazos,
los muslos y el abdomen contraídos sosteniendo
un mundo con sus manos.
A veces me pongo a pensar
si tendrá la misma constancia en su vida diaria,
si le hará el amor a su mujer
siempre de la misma manera,
un beso en el cuello hasta bajar a los pechos
y solo recién ahí cuando le toca los pezones
empieza a sacarle la ropa, primero la remera y después
el corpiño, dejándole la bombacha puesta
incluso para la penetración.
Me pregunto si conocerá el recorrido de memoria,
si a veces tendrá caminos alternativos,
disfrutará su mujer o le fastidiará lo previsible del acto.
Mi mente divaga en estas cosas hasta que vuelve,
los veinte minutos de bici se me pasaron volando
y pienso que si el chico que me gusta me preguntara
le pediría que tome un atajo, que ya hice
la entrada en calor.


1
Desde que nos separamos
perdí la costumbre de descolgar la ropa
cada vez que llueve
dejo que el agua pase con fuerza
que la vida se asiente de nuevo sobre las cosas
ya no limpio el polvo que se junta
sobre la superficie de los muebles
abro las ventanas para que el aire entre y se quede
vibrando en el ambiente.
Creo que todo lo nuevo oficia de despedida,
por eso cada tanto dejo que un chico
me agarre de la mano y me bese.



 Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo

Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo
le pregunte a su abuela si la puede peinar,
cuando tome entre sus manos el pelo de mi mamá
y lo acaricie con el peine desde el cuero cabelludo
hasta las puntas, desenrede lo que es necesario
desenredar, se detenga con cuidado en los nudos
más enmarañados y despacio los desarme para que vuelvan
con el resto del cabello a caer en línea recta;
yo me preguntaré si son estas las raíces que nos unirán
al suelo materno, el pelo lacio y elástico
de todas las mujeres de mi familia.
Yo también peinaba a mi abuela: mientras ella tomaba mates
 en el living de casa, me subía a una banqueta con el cepillo
para alcanzar a jugar con su pelo.
Hacía y deshacía a mi antojo, trenzas de princesas guerreras,
amazonas enormes capaces de dar la vida por los suyos,
colas de caballos indomables que cuidan a sus potrillos
pero les enseñan también a galopar lejos
del potrero que les dio alimento.

Luciana Reif

De Entrada en calor (Ediciones El ojo del mármol, 2016)