lunes, 25 de abril de 2016

Estela Figueroa

nunca tuve un amado






Mirando una vieja fotografía

No estalló una bomba.
No hubo un incendio.

Estalló la vida.
La vida se agotó como un fósforo.

Todas esas personas jóvenes
que sonríen a cámara en una boda
en esa foto que amarillea
murieron a una edad razonable
y de dolencias comunes.

“Hay una puerta que se ha cerrado hasta el fin del mundo”
Y qué rápidamente.



Diciembre I

Es diciembre
y los estudiantes que aprueban
         sus exámenes
rompen las hojas de las carpetas
         en la calle.
Es un ritual.
Es diciembre.  Se acercan las fiestas.
Las mujeres tratamos
de que la casa esté más hermosa
         que nunca:
limpiamos la vajilla
sacamos telas de araña
dedicamos días y días a las plantas
corremos muebles de lugar.
Es un ritual.
Y yo, Tasso, rompo las hojas de
         tus cartas
porque nuestro amor fue un fruto
         de mi imaginación.
Algo de eso aprendí
en las noches en que no podía dormir.
Y aprobé ese examen.



 El Nunca

Nunca tuve un amado
que hiciera un largo viaje por los campos para verme.
Nunca le saqué las botas a un hombre cansado.
Nunca tuve un amado.
Nunca viví en el campo.
Pero hice de mi casa un lugar
donde brindo tierna hospitalidad a las plantas y los animales.
Nunca supe qué me quieren decir los ojos de un hombre
cuando me dice que me quiere.
Pero conozco muy bien la mirada de mi perro.

Estela Figueroa
De “La Forastera”