martes, 31 de mayo de 2016

Natalia Leiderman

Dios se aburre infinitamente


equilibristas

somos equilibristas buscamos
la mayor cantidad de placer
la menor cantidad de dolor
dijiste y ahí estamos
caminando en lo alto
por un hilo radiante

aunque el amor
no es cosa mesurada
y vamos a estallar
como bichitos al sol
todo está bien
todo está bien entre nosotros.


*


sin demasiado fuego de artificio
nos amamos, sí
pero lo decimos pocas veces

sin hacer ostentación del brillo
levantamos la cabeza
para respirar mientras nadamos
voraces pero instruidos

la masa dulce leva de a poco
tomo el té, escribo haikus
hago florcitas de papel

no hay la urgencia de las grandes ciudades
 hay un constante acariciar el lomo
de un animal perfumado

si hay hambre, que espere
soy todos los días santa
y lenta
una trapecista que busca con cuidado
el momento preciso para dar el salto.


*


esto de que me mandes
a la concha de mi madre
me parece inofensivo.
¿nunca quisiste regresar
a la noche tibia y sencilla?
¿no quisiste invertir el camino ir
apoyándote despacio
en la forma blanda de los objetos conocidos
hasta llegar a cero?


*


avanzás como un chico obediente
desde mi boca
hacia abajo

fosforescés el territorio
te apropiás
de a poco

decís que te gusta mi piel
que soy hermosa

bajás con ansiedad
como si te esperara
algún tesoro

te dejo hacer te regalo
la vibración perfecta
de un gemido

creés que esto es sagrado
que conmovemos la historia
Dios se aburre infinitamente.


Natalia Leiderman

De “Animales dorándose al sol” (EL ojo del mármol, 2016)



jueves, 26 de mayo de 2016

MARTÍN VÁZQUEZ GRILLE




El mejor momento de nuestras vidas

Trato de recuperarte,
Ése es el propósito
De la escritura.
Pero te fuiste para siempre,
Como en las novelas rusas, diciendo
Unas pocas palabras que no me acuerdo.
                                       Louise L Gluck





Octubre 15
Sé lo que hiciste anoche. Te imagino en la reunión. Super cool. Charlás con la gente y te reís. De tu risa salvaje no me olvido nunca más. Llenás todo el espacio con ese aire de víctima de las circunstancias que tanto me gusta. Salís a fumar sola. Igual a la primera vez que te ví. Tenías unos jeans azules: Vos sos V. te dije. Yo soy M. Te reconocí por los ojos.




Octubre 16
Sueño 2
Alguien al lado mío esta poseído por el demonio. Se revuelca, grita y me quema con un fuego que le sale de la boca. Lo exorciso, digo algunas palabras en latín. Le impongo la mano en la frente. Soy un padre, el padre que no soy. No soy tu padre, tampoco el de tus hijas.
Ego te absolvo.
Me despertás y me decís que estoy hablando en una lengua extraña, que estás asustada, no te podés dormir.
No pasa nada mi vida, te contesto, soñé en latin, soñé que te perdonaba, andá a saber por qué.




Octubre 22
Me mandás un mensaje para que salude a mi sobrino de 4 años por su cumpleaños.
Ni te contesto.




Noviembre 19
Hago una lista de atrocidades. La voy a exhibir.
1- al poco tiempo de conocernos me regalaste una medalla con forma de corazón. Me dijiste que te daba vergüenza. Estaba guardada desde hacía años, eso dijiste. La medalla tenía un significado especial. Una gitana te la había dado para cuando encontraras al amor de tu vida. Me la entregaste a mí. El elegido. Tu hombre. Tu macho para siempre. Yo estaba acostado en mi cama. Respiré profundo y te dije que estaba completamente enamorado de vos.
2- en el tiempo que estuvimos juntos, me dejaste tres veces, por teléfono, sin dar explicaciones.
3- las tres veces terminé pidiéndote perdón.
4- dos veces me insultaste en público, en el colectivo. La primera vez seguí todo el viaje, hasta tu casa. La segunda me bajé en el medio de la ruta.
5- un mes antes de que todo explotara, me escribiste que querías pasar el resto de tus días conmigo. Volví a leer la nota una sola vez.




Noviembre 30
Sufrís mucho. Tenés cicatrices en la cara. Tu casa es de hecho, el decorado perfecto: El portón negro. El pasto sin cortar. El agua pudriéndose en la pileta. Las perras sucias, casi abandonadas. Uno de los gatos se te murió de hambre y lo enterraste en el fondo, al lado del galponcito de tu ex.
Las telarañas, las luces quemadas. El olor de tu heladera. Tus libros, llenos de moho y humedad.
Muñecas sin cabeza tiradas en el living. El colchón destartalado en el que insistías en dormir.
Sufrís tanto que no te alcanzan las horas del día, por eso el insomnio.
Todo eso también, me enamoró de vos.




Marzo 2
Adorabas a mi padre. El hombre que aguanta todo, sin chistar.
Adorás a tu padre, el que no quiere a nadie.
Dijiste que me adorabas a mí, seguramente se lo vas a decir a otros.
Toda mujer adora a un fascista.



Martin Vázquez Grille
De: El mejor momento de nuestras vidas (Inédito)




lunes, 23 de mayo de 2016

EMILIO HERRERA, Un cuarto azul





Todo en el mundo es inquietud


La flor azul de Novalis y el azul en los poemas de Trakl son algo más que dos ejemplos ilustres que anteceden, en cierta forma, los poemas de Emilio Herrera.


Me refiero sobre todo a los poemas de este libro donde el azul salta, de una  imagen a otra, desacomodando el sentido,  hasta volverse símbolo de otra cosa, desconocida.


Por momentos, un símbolo negativo, como  en Trakl. Por momentos, una esperanza de trasmutación, como la idea de otra vida y de otro mundo, mejor que éste, en Novalis. De cualquier manera, marca los límites de un espacio obsesivo del que no se puede salir. Un círculo cerrado, donde el color azul, y sobre todo la palabra azul regresa. En cualquier parte, sin previo aviso. Insistente.


En nuestra poesía vernácula, está el azul del tango, esa pieza llena de melancolía que es el cuartito azul de Mariano Mores: un lugar idealizado, del que uno tiene que irse inevitablemente (la juventud) y al que quisiera regresar, sin embargo.


Esa suerte de paraíso, como lugar espiritual, de pureza, en contraste con las maldades e intereses que constituyen el mundo de afuera. Ya lo ves, todo en el mundo es inquietud, dice el muchacho del tango, que quiere y no quiere regresar.


De esa contradicción (amor odio, afuera y adentro, juventud madurez, noche y día, pero sobre todo refugio y cárcel) está hecha la poesía de este libro llamado, sencillamente “Un cuarto azul”... Salvo que esa sencillez esconde otra cosa: la obsesión de ese símbolo que va variando de estado anímico y de fuerza según las necesidades del poema.


El azul como llave, como ábrete sésamo, pero también como custodio y cancerbero. Si no fuera por la escritura que, con el azul de la tinta, su incandescencia, construye una salida.


¿Del color azul? No; de las divinidades que el azul invoca.  


Lucha encarnizada por vencer a este mundo, pero sobre todo por vencerse a sí mismo.  Emilio Herrera, creo yo, al escribir este íntimo y extraño libro, sale venciendo. ¿Pero a quién? ¿A esas tormentas que amenazan, a cada instante, con destruirlo todo?


Yo creo que no. Y creo que Emilio lo sabe. Sabe que toda guerra es interior y lucha, por eso mismo,  contra ese enemigo que viene de él, y es él mismo. Esas fuerzas internas de las cuales el color azul, con todas sus metáforas, es solo una representación y una señal.


Osvaldo Bossi

Texto leído en la presentación del libro “Un cuarto azul”, de Emilio Herrera (El ojo del mármol, 2016)



viernes, 20 de mayo de 2016

LUCIANA REIF "Entrada en calor"





Chicas malas 


Cuando las chicas escriben poesía, algo ocurre. El mundo deja de ser un lugar confortable y muestra sus fisuras. Las chicas siempre escriben para decirnos que algo anda mal, y ese algo no es únicamente el mundo en el que vivimos, sino el mundo de nuestros afectos, nuestra secreta novela familiar, donde el deseo va y viene, y a veces va y no viene, y a veces sí.

No digo que los varones no lo hagan, digo que la verdadera revolución en poesía, desde hace algún tiempo, la vienen llevando adelante las chicas, que cuando escriben, se atreven un poco más. Y si no me creen, lean el primer poema de este libro, que a su vez le da título a toda la colección, Entrada en calor, y después me dicen. 

Hay pocos poemas así, tan hermosos, tan potentes, donde la muchacha desea, desea en total libertad, y el chico ni se entera. Donde ni siquiera es consultado. Con una autonomía verbal extraordinaria.

También el espacio elegido es un cambio de escenario y de roles: un gimnasio, donde preparamos el cuerpo para la batalla erótica que es siempre una batalla social, en el fondo. 

Después de eso, el libro se abre a otros relatos. 

El relato familiar -esa suerte de educación sentimental para vivir atada (al otro, a las convenciones) y el relato amoroso después, que lleva a todas las niñas a querer regresar a su preciosa casita de muñecas: la infancia y su claustrofobia. 

En el medio (¡por suerte!) de una cárcel a otra, de una encrucijada a otra, están los poemas de Luciana Reif, que se escapan, raudos, tanto de la casa familiar como de la monogamia. 

Poemas de tan endiablados, angelicales, como Amén, o el ya citado, Entrada en calor, verdaderas chispas, qué digo chispas: incendios de felicidad e ironía. Y todo dicho como al pasar, o como si no pasara nada, con total inocencia. 

¡Pero ojo! con una pequeña gota de oscuridad en el centro. La oscuridad del amor y a la oscuridad del deseo, que no siempre van juntos.

Como la mayoría de los poemas escritos por mujeres en nuestro país, desde Alfonsina Storni a Diana Bellessi, pasando por Amelia Biagioni y por Susana Thénon (sólo por dar unos nombres) la poesía de Luciana Reif insiste en el tema de la identidad, en la impaciente construcción de un espejo que le devuelva una imagen, no digo real, no digo única, pero al menos, un poco verdadera.   

Osvaldo Bossi


Texto leído en la presentación del libro “Entrada en calor”, de Luciana Reif  (El ojo del mármol, 2016)




lunes, 16 de mayo de 2016

EMILIO HERRERA

el lento sonido de la lluvia

                                   
                                                       











HABITAT

hoy mi habitación
es un depósito
ahí tiraron las cosas que no sirven
afiches apuntes objetos rotos
lo que cualquier hijo de vecino
tiraría a la basura

todas esas cosas
permanecen en este lugar,
no queda espacio para las mías

mi madre
mi padre
mi hermano
las dejaron ahí
chuchearías del pasado
que a nadie le importa.



 COMO EN OTRO TIEMPO

aquí la gente parece distinta
el campo tiene ese secreto
las mañanas son azules
como las tardes,
el tiempo se detiene

todo va más lento
hasta las canciones
que pasan por la radio
las chicas cantan mejor, te digo
y sonreís

todos los peregrinos
quieren entrar a la basílica
sacás unas fotos
las vemos y nos reímos

Luján tiene eso
el milagro de sostener antiguas paredes
que aún conservan la frescura
como el primer día.


EL HÁBITO DE LA LLUVIA

en la ventana
los rastros de la lluvia
el viento y el sol secarán su marca

sólo una huella de su paso
quedará como una sombra
en el lugar donde habito

veo cómo pasa el tiempo
las hojas secas del invierno
que la primavera desechará

sigue la tormenta
que acurruca mi cuerpo
sobre las frazadas

cada gota
simula dejar todo atrás
también el ruido de los autos
que pasan por el asfalto húmedo

aquí en este cuarto
no hay segundos ni minutos
sólo un espacio vacío
un anotador una almohada
el lento sonido de la lluvia.

Emilio Herrera
De “Un cuarto azul” (Ediciones El ojo del mármol, 2016)






domingo, 15 de mayo de 2016

LUCIANA REIF

Mientras pedaleo en la bici fija del gimnasio







Entrada en Calor

Mientras pedaleo en la bici fija del gimnasio
miro al chico que me gusta,
el chico que me gusta corre en la cinta
a diez kilómetros por hora, después
hace pesas y abdominales y termina
con quince minutos de bici.
No es un chico atlético, tiene un torso
más bien pequeño pero dedicado.
Me atrae su constancia, su total entrega
muchos de los que vamos al gimnasio
a los pocos meses de empezar
variamos la rutina,
obviamos las cosas que nos aburren
y si sobrevivimos terminamos haciendo
la mitad de lo que nos dieron.
Pero el chico que me gusta hace toda la rutina
con devoción, tres series de diez flexiones de brazos,
los muslos y el abdomen contraídos sosteniendo
un mundo con sus manos.
A veces me pongo a pensar
si tendrá la misma constancia en su vida diaria,
si le hará el amor a su mujer
siempre de la misma manera,
un beso en el cuello hasta bajar a los pechos
y solo recién ahí cuando le toca los pezones
empieza a sacarle la ropa, primero la remera y después
el corpiño, dejándole la bombacha puesta
incluso para la penetración.
Me pregunto si conocerá el recorrido de memoria,
si a veces tendrá caminos alternativos,
disfrutará su mujer o le fastidiará lo previsible del acto.
Mi mente divaga en estas cosas hasta que vuelve,
los veinte minutos de bici se me pasaron volando
y pienso que si el chico que me gusta me preguntara
le pediría que tome un atajo, que ya hice
la entrada en calor.


1
Desde que nos separamos
perdí la costumbre de descolgar la ropa
cada vez que llueve
dejo que el agua pase con fuerza
que la vida se asiente de nuevo sobre las cosas
ya no limpio el polvo que se junta
sobre la superficie de los muebles
abro las ventanas para que el aire entre y se quede
vibrando en el ambiente.
Creo que todo lo nuevo oficia de despedida,
por eso cada tanto dejo que un chico
me agarre de la mano y me bese.



 Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo

Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo
le pregunte a su abuela si la puede peinar,
cuando tome entre sus manos el pelo de mi mamá
y lo acaricie con el peine desde el cuero cabelludo
hasta las puntas, desenrede lo que es necesario
desenredar, se detenga con cuidado en los nudos
más enmarañados y despacio los desarme para que vuelvan
con el resto del cabello a caer en línea recta;
yo me preguntaré si son estas las raíces que nos unirán
al suelo materno, el pelo lacio y elástico
de todas las mujeres de mi familia.
Yo también peinaba a mi abuela: mientras ella tomaba mates
 en el living de casa, me subía a una banqueta con el cepillo
para alcanzar a jugar con su pelo.
Hacía y deshacía a mi antojo, trenzas de princesas guerreras,
amazonas enormes capaces de dar la vida por los suyos,
colas de caballos indomables que cuidan a sus potrillos
pero les enseñan también a galopar lejos
del potrero que les dio alimento.

Luciana Reif

De Entrada en calor (Ediciones El ojo del mármol, 2016)

lunes, 9 de mayo de 2016

IGNACIO DI TULLIO




 soñaba que un golpe podía partir ese fruto



El colorista

Es la tarde.

En esta película sin sonido
parado en los bordes de un jardín
mi padre riega plantas y pasto

pareciera que no se mueve
pero arrastra una pesada boa
y hasta donde crecen cardos y se pierden los árboles
llega lento
deja caer el chorro que siembra
un ciego pozo
como el hueco de un ojo sin ojo

la sed cambia el color de la tierra
antes de que el agua toque el suelo

se levanta polvo

cuando riega su jardín
moja de sombra
la oscuridad de lo seco.



La nuez

Casi al ras del suelo
todos los hombres que yo no era
miraban tu nuez subir y bajar
a cada trago.
Cuando me alzabas en brazos
estudiaba el recorrido del hueso irregular
que sobresalía de tu garganta
como de la piel de un reptil.
Atrapaba la nuez con el índice y el pulgar
y me entretenía obstruyendo su trayecto
hasta que te atragantaras de risa.

Creía que el hueso
cabía en el hueco de una mano.

Soñaba que un golpe podía partir ese fruto
y en su interior, la lágrima seca que duerme
en el corazón de los duraznos.

IGNACIO DI TULLIO
Poemas pertenecientes a Famiglia, de próxima aparición en Ediciones del Dock.