Dios se aburre infinitamente
equilibristas
somos equilibristas buscamos
la mayor cantidad de placer
la menor cantidad de dolor
dijiste y ahí estamos
dijiste y ahí estamos
caminando en lo alto
por un hilo radiante
aunque el amor
no es cosa mesurada
y vamos a estallar
como bichitos al sol
todo está bien
todo está bien entre nosotros.
*
sin demasiado fuego de artificio
nos amamos, sí
nos amamos, sí
pero lo decimos pocas veces
sin hacer ostentación del brillo
levantamos la cabeza
para respirar mientras nadamos
voraces pero instruidos
la masa dulce leva de a poco
tomo el té, escribo haikus
hago florcitas de papel
no hay la urgencia de las grandes ciudades
hay un
constante acariciar el lomo
de un animal perfumado
si hay hambre, que espere
soy todos los días santa
y lenta
una trapecista que busca con cuidado
el momento preciso para dar el salto.
*
esto de que me mandes
a la concha de mi madre
me parece inofensivo.
¿nunca quisiste regresar
a la noche tibia y sencilla?
¿no quisiste invertir el camino ir
apoyándote despacio
en la forma blanda de los objetos conocidos
hasta llegar a cero?
*
avanzás como un chico obediente
desde mi boca
hacia abajo
fosforescés el territorio
te apropiás
de a poco
decís que te gusta mi piel
que soy hermosa
bajás con ansiedad
como si te esperara
algún tesoro
te dejo hacer te regalo
la vibración perfecta
la vibración perfecta
de un gemido
creés que esto es sagrado
que conmovemos la historia
Dios se aburre infinitamente.
Natalia Leiderman
De “Animales
dorándose al sol” (EL ojo del mármol, 2016)
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