Poemas
¿Recordás cómo los
empleados
me gusta la idea de deslizarme
cuando al fin me detengo
la ciudad enseña temerosa
su último canal
la tarde termina sin reparos
al mismo tiempo en que
dichoso dejo caer
peleaban frenéticos
por marcar nuestros
boletos de autobús?
Nadie quería perderse
la oportunidad de rozar
tal vez en un descuido
tus manos pulidas,
pero era a mí
a quien esas manos
sostenían.
ahora todos me preguntan
por qué me entusiasma
tanto
volver a Italia
y pienso en los empleados
en vos cuando decís esas
cosas
que no entiendo
y en cómo hacer para
explicarles
que sólo pienso en
salpicarnos
uno al otro en las aguas
del Tíber
o en pasear abrazados por
la Via Torino.
¿cómo hago para
explicarles
que no es necesario volar
a Italia
para ver tus ojos de
mármol
apoyados sobre paños
azules
en un rincón de la
Gallería Borghese?
¿cómo hago para
explicarles, entonces
que un nuevo viaje a Roma
me lleva directo a esos
brazos de emperador
y a ese sueño que tengo a
veces
de atravesar el ejército
de tus palabras
para poder al fin
ablandar el mármol?
*
Suenan las bombas y llamo
a Italia
le pregunto si está bien,
se entrecorta.
hace una pausa y el
silencio suena
como un timbre
ensordecedor
o una máquina que se
descompone
en la parte superior de
mi oído. sí, -dice
los atentados fueron en
Francia.
pienso en ese mecanismo
que logra
de vez en cuando
que las palabras suenen
distantes
en cómo tuerce el tono de
la voz
hasta lograr un canal
encriptado
un pasillo angosto lleno
de humo
en donde las palabras se
pierden
en una cuenta regresiva.
digo que escuché un
estruendo
pequeños estallidos como
verdades
una granada de tiempo con
la forma
expansiva de una
incomodidad
mis músculos se tensan,
señal de alarma.
desde una habitación en
Gianicolo
habla conmigo como si el
planeta
y todo lo que orbita a su
alrededor
estuviera realmente en
orden
sus ojos se desvían en la
pantalla
la luz naranja de la
tarde
prende su voz y de nuevo
señal de alarma.
en unos días comienza el
Jubileo
miles de peregrinos
viajarán a Roma
y el mundo teme un nuevo
ataque.
cuando le pido que
abandone la ciudad
cuando le pido que se
salve, ríe
porque eso no es posible,
ríe porque exagero
y porque no alcanza mi
señal de alarma
para movilizarlo. Ríe
porque esta mañana
hace un año frente al
Palazzo Corsini
me habló de su pasión por
los países árabes
dijo cómo en sueños moría
en Amman
mientras yo, al poner una
mano sobre su hombro
me extinguía en Roma, en silencio
sin ninguna señal de
alarma.
*
Hoy volví a caminar por
la via Torino
giré a la izquierda y me
perdí
entre las cúpulas
restauradas de las iglesias
sumergí los pies en la
luz purísima
que brillaba sobre el
Palazzo Barberini
y te esperé
por horas pude ver cómo
el agua torcía
las agujas del reloj y
las gaviotas
que sobrevolaban las
calles
se posaron a esperar
junto a mí
al final, de mis dedos
brotaron plumas
y yo también fui una
gaviota blanca
con el pico encendido
como los faroles
sumergí la cabeza en el
agua del río
me quedé ciego y pude ver
el reverso de las cosas.
¿dónde estaban tus manos
pulidas
esta tarde, cuando no
llegaste?
¿de dónde sale toda esta
luz
que calienta mi espalda?
cansado de esperar caminé
hasta el banco sombrío de
una iglesia
y durante horas fui
testigo
del éxtasis de Santa
Teresa
la imaginé retorcerse
gozosa
y pude sentir cada
pliegue
de su capa de mármol
sobre mí
como el peso insoportable
del placer
que me invade sin reparos
cuando me pregunto
si serás vos, acaso
el que me perfore con la
flecha dorada.
*
Me gusta hacer de cuenta
que mi campera es en verdad
una capa de marinero
que mi campera es en verdad
una capa de marinero
me gusta mi bufanda
enrollada tres veces
alrededor de mi cuello
para frenar la dureza
alrededor de mi cuello
para frenar la dureza
de los vientos oceánicos
me gusta la idea de deslizarme
por la ciudad de
Ámsterdam
como un ofidio que repta
desde el cuarto donde
vivo
hasta la puerta de tu
casa
giro entonces hacia el
este
y casi sin darme cuenta
y casi sin darme cuenta
subo al tranvía y dejo
atrás
el palacete de la
estación central
cuando al fin me detengo
la ciudad enseña temerosa
su último canal
un pasaje oculto que se
abre
alejado de las luces
rojas
donde no atracan los barcos
donde no atracan los barcos
ni pasean los turistas
pero anidan, en cambio
las aves mansas
pero anidan, en cambio
las aves mansas
la tarde termina sin reparos
al mismo tiempo en que
dichoso dejo caer
mi capa
mi bufanda prolongada
y sumerjo mi cuerpo
y sumerjo mi cuerpo
en el agua torrentosa
para nadar hacia tus brazos tersos
que bajo la luz de la noche
para nadar hacia tus brazos tersos
que bajo la luz de la noche
calman las olas que
me golpean
y también las que me demoran.
y también las que me demoran.
Manuel Sánchez Ruiz
Manuel
Sánchez Ruiz nació en Capital Federal en diciembre de 1989. Actualmente vive en
Olivos, Provincia de Buenos Aires. Es psicólogo y se dedica al psicoanálisis.
Desde 2015 asiste al taller de poesía a cargo de Osvaldo Bossi, y en el mismo
año participó de la antología “El Rayo Verde”.
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