viernes, 4 de noviembre de 2016

Manuel Sánchez Ruiz

Poemas



¿Recordás cómo los empleados
peleaban frenéticos
por marcar nuestros boletos de autobús?
Nadie quería perderse
la oportunidad de rozar
tal vez en un descuido
tus manos pulidas,
pero era a mí
a quien esas manos sostenían.
ahora todos me preguntan
por qué me entusiasma tanto
volver a Italia
y pienso en los empleados
en vos cuando decís esas cosas
que no entiendo
y en cómo hacer para explicarles
que sólo pienso en salpicarnos
uno al otro en las aguas del Tíber
o en pasear abrazados por la Via Torino.
¿cómo hago para explicarles
que no es necesario volar a Italia
para ver tus ojos de mármol
apoyados sobre paños azules
en un rincón de la Gallería Borghese?
¿cómo hago para explicarles, entonces
que un nuevo viaje a Roma
me lleva directo a esos brazos de emperador
y a ese sueño que tengo a veces
de atravesar el ejército de tus palabras
para poder al fin
ablandar el mármol?


*

Suenan las bombas y llamo a Italia
le pregunto si está bien, se entrecorta.
hace una pausa y el silencio suena
como un timbre ensordecedor
o una máquina que se descompone
en la parte superior de mi oído. sí, -dice
los atentados fueron en Francia.
pienso en ese mecanismo que logra
de vez en cuando
que las palabras suenen distantes
en cómo tuerce el tono de la voz
hasta lograr un canal encriptado
un pasillo angosto lleno de humo
en donde las palabras se pierden
en una cuenta regresiva.
digo que escuché un estruendo
pequeños estallidos como verdades
una granada de tiempo con la forma
expansiva de una incomodidad
mis músculos se tensan, señal de alarma.
desde una habitación en Gianicolo
habla conmigo como si el planeta
y todo lo que orbita a su alrededor
estuviera realmente en orden
sus ojos se desvían en la pantalla
la luz naranja de la tarde
prende su voz y de nuevo
señal de alarma.
en unos días comienza el Jubileo
miles de peregrinos viajarán a Roma
y el mundo teme un nuevo ataque.
cuando le pido que abandone la ciudad
cuando le pido que se salve, ríe
porque eso no es posible, ríe porque exagero
y porque no alcanza mi señal de alarma
para movilizarlo. Ríe porque esta mañana
hace un año frente al Palazzo Corsini
me habló de su pasión por los países árabes
dijo cómo en sueños moría en Amman
mientras yo, al poner una mano sobre su hombro
me extinguía en Roma, en silencio
sin ninguna señal de alarma.

*

Hoy volví a caminar por la via Torino
giré a la izquierda y me perdí
entre las cúpulas restauradas de las iglesias
sumergí los pies en la luz purísima
que brillaba sobre el Palazzo Barberini
y te esperé
por horas pude ver cómo el agua torcía
las agujas del reloj y las gaviotas
que sobrevolaban las calles
se posaron a esperar junto a mí
al final, de mis dedos brotaron plumas
y yo también fui una gaviota blanca
con el pico encendido como los faroles
sumergí la cabeza en el agua del río
me quedé ciego y pude ver
el reverso de las cosas.
¿dónde estaban tus manos pulidas
esta tarde, cuando no llegaste?
¿de dónde sale toda esta luz
que calienta mi espalda?
cansado de esperar caminé
hasta el banco sombrío de una iglesia
y durante horas fui testigo
del éxtasis de Santa Teresa
la imaginé retorcerse gozosa
y pude sentir cada pliegue
de su capa de mármol sobre mí
como el peso insoportable del placer
que me invade sin reparos cuando me pregunto
si serás vos, acaso
el que me perfore con la flecha dorada.

*

Me gusta hacer de cuenta
que mi campera es en verdad
una capa de marinero
me gusta mi bufanda
enrollada tres veces
alrededor de mi cuello
para frenar la dureza
de los vientos oceánicos

me gusta la idea de deslizarme
por la ciudad de Ámsterdam
como un ofidio que repta
desde el cuarto donde vivo
hasta la puerta de tu casa
giro entonces hacia el este
y casi sin darme cuenta
subo al tranvía y dejo atrás
el palacete de la estación central

cuando al fin me detengo
la ciudad enseña temerosa
su último canal
un pasaje oculto que se abre
alejado de las luces rojas
donde no atracan los barcos
ni pasean los turistas
pero anidan, en cambio
las aves mansas

la tarde termina sin reparos
al mismo tiempo en que
dichoso dejo caer
mi capa
mi bufanda prolongada
y sumerjo mi cuerpo
en el agua torrentosa
para nadar hacia tus brazos tersos
que bajo la luz de la noche
calman las olas que me golpean
y también las que me demoran.

Manuel Sánchez Ruiz



Manuel Sánchez Ruiz nació en Capital Federal en diciembre de 1989. Actualmente vive en Olivos, Provincia de Buenos Aires. Es psicólogo y se dedica al psicoanálisis. Desde 2015 asiste al taller de poesía a cargo de Osvaldo Bossi, y en el mismo año participó de la antología “El Rayo Verde”.









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