Para qué lanzas tu red, Señor
De El trayecto de la
herida (Alción 2011)
7
Fue enseñado que antes
de la festividad se sacrifica ritualmente
un animal salvaje o un
ave.
Las escuelas de sabios
discuten aún
cómo se debe cubrir su
sangre.
Todavía recuerdo la
gente alrededor,
las paredes blancas de
la casa
y la mirada del gallo
ahogándose
lentamente
en el esfuerzo de una
desesperación sin objeto.
Conozco bien su mirada
de asfixia
conozco bien su mirada
de sangre
conozco bien su mirada
de gallo.
(De Templo de
pescadores, 2013, Alción: Córdoba)
Cumple tus promesas,
Señor:
No te despiertes de mí
ni me prohibas
el dolor
con tu razón traidora.
Mi cuerpo
se ha enfriado
como los barcos
desnudos.
Han cambiado
tantas cosas.
Pero el dolor
arde
como la fiebre
o
como otro corazón.
Para qué lanzas tu
red,
Señor.
Todo esto
te pertenece.
Yo
-en cambio-
planté semillas
que no florecieron.
(De El saco de
Douglas, 2011, Paradiso: Buenos Aires)
Luisa, 1914
yo kumplo las leyes
sekretas de los muertos. Voy a toparlo. Voy a toparlo. Voy a toparlo. Miro al
muro i las solombras se ajigantan komo dedos. Era enverano. Lavoro sin parar.
Era enverano i mi madre me disho no te kites los chapines. Hasta las
alfilercikas son biudas en esta sombrerería i kumplen las leyes sekretas de los
muertos. Voy a toparlo. Kada una de las partes iguales en las que se divide el
día el korazón me se apreta mientras las tijeras marmullan komo si estuvieran
meldando. Adelante. Atrás. Los dedos siguen al filo. El filo sigue los dedos.
Los dedos siguen los oyos. Los oyos kumplen las leyes secretas de los muertos.
Este es mi precio. Voy a toparlo. Dende ke el gayo a kantado mi karne i mi
gueso son piedra: la hora de la partensia se eskuende en mis labios – mansos –
como perras.
yo acato las leyes
secretas de los muertos. Voy a encontrarlo. Voy a encontrarlo. Voy a
encontrarlo. Miro hacia la pared y las sombras se agigantan como dedos. Era
verano. Trabajo sin parar. Era verano y mi madre me dijo no te quites los
zapatos. Hasta las alfilercitas son viudas en esta sombrerería y acatan las
leyes secretas de los muertos. Voy a encontrarlo. Cada una de las partes
iguales en las que se divide el día se
me aprieta el corazón mientras las tijeras murmuran como si estuvieran rezando.
Adelante. Atrás. Los dedos siguen al hilo. El hilo sigue los dedos. Los dedos
siguen los ojos. Los ojos acatan las leyes secretas de los muertos. Este es mi
precio. Voy a encontrarlo. Desde que el gallo ha cantado mi carne y mis huesos
son piedra: la hora de la partida se esconde en mis labios – mansos – como perras.
Denise León
(1974) poeta tucumana, nieta de inmigrantes sefaradíes.
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