Sí, Robin. Cuando lo
leí por primera vez, yo era un chico de
13 o 14 años. No me acuerdo cómo llegó el libro hasta mí, pero ahí lo tenía.
Las Obras completas de Jorge Luis Borges, en un solo tomo de tapas duras, color
verde, editado por Emecé. Era verano. Estaba en el ranchito que era mi casa. El sol quemaba entre las chapas de zinc. Sobre una mesa pequeña, cerca de la ventana, abrí el libro. El primer libro, Fervor de
Buenos Aires, y un poema increíble: Despedida. Estoy seguro que no entendí nada, y al
mismo tiempo, lo entendí todo. Después de eso mi vida cambió, y empecé ahí
nomás con la construcción de un laberinto
pequeño, personal, del que no puedo salir, y del que no quiero salir tampoco. Como si dijéramos, ahì dejé de ser Bruno Diaz y me convertí en este murciélago un poco estrafalario, de historieta.
--Qué bueno, Batman. De no ser por ese poema, entonces, nunca nos hubiéramos conocido.
--Nunca es poco, Robin,
--Acá lo encontré. Lo leo?
--Por favor.
--Ahí va:
Despedida
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.
--Vos sos hermoso, Robin. Hermoso...
Osvaldo Bossi
De Batman y el Joven Maravilla (Inédito)
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