miércoles, 19 de octubre de 2016

Luciana Reif

Para eso caí en este mundo



Los chicos que nadan en la pileta del barrio

Los chicos que nadan en la pileta del barrio
son tiernas gacelas deslizándose veloces
sobre el agua, no podrían romperla
no podrían lastimarla.
Los deseo porque no tienen miedo de ser delicados,
su mano ingresa con suavidad cuando hacen
la brazada pero se termina de extender en lo hondo.
Ese gesto: el dedo índice estirándose en su punto máximo
permanece oculto como un tesoro
en el fondo del mar.  A mí me regalan en cambio
la flexión del antebrazo como las patas de una garza
podrían volar lo sé
pero eligen esta pose horizontal
deslizarse sobre el plano como patinadores de hielo.
Así me gustaría tenerlos en mi cama,
mis muslos abriéndose como ellos abren el agua,
suaves pero potentes agarrando con sus manos
un puñado de ella para impulsarse.
Los chicos que nadan se aferran a mí, soy
lo profundo del océano, la perla brillante
y secreta que encuentran, después de hundir
su cabeza por encima del vapor caliente
hasta el final del andarivel
cuando se quitan las antiparras y exhalan.



Hombres  como mi padre

Hombres  como mi padre
mi abuelo
mis novios
mis hermanos,
he visto sus cabezas
repletas de grandes ideas como un plato de comida que rebalsa
he lustrado desde chica esos cráneos
embellecido hasta la perfección cada una de sus neuronas,
soy el placebo de seguridad con el que después brillan fuera de casa.

¿Para eso caí en este mundo?

Como  bolas de bowling enormes y pesadas
podría encerar, sacarles brillo, pulir sus labios
mi madre paso su vida entera haciéndolo:
la cabeza de mi padre en altas ceremonias
la corona de flores tejida por ella
delante de sus jefes
delante de su maestro
delante de su propio padre.

He visto la inclinación que tienen los hombres al afirmar
el mentón hacia abajo rozando el cuello cuando dicen
sí señor, como marionetas.
¿Alguna vez agradecieron el pecho materno
la comida siempre lista cuando llegan a sus casas?
Estoy cansada de ser la otra del éxito
estoy cansada de los hombres

Quiero crecer

Podría arrojar con fuerza una por una la cabeza de todos ellos
mis dedos apretando su nariz y su boca
deslizándose con gracia por el suelo encerado
y pulido de la pista de bowling
verlos estrellarse contra los pinos, derribarlos con dolor
pero con la sonrisa imperial de creer como en una guerra
que han vencido, que ahora son mejores que antes
pero después vuelven hacia mí y los lanzo de nuevo.



La tarde en la que me acosté sobre mi mamá

La tarde en la que me acosté sobre mi mamá,
la tarde en la que apoyé mi cabeza
sobre su pecho y sentí
sus senos flacos y sus muslos
cansados debajo de las sábanas.
Pensé en su cuerpo tendiéndose con desgano
sobre el de mi padre, ella, la mejor gimnasta,
balanceándose una y otra vez
sobre la misma barra, el miembro viril
entre sus raspadas manos.
Mi madre, la gran equilibrista,
capaz de caminar sobre la cuerda floja
y mantenerse en pie
 al borde de la catástrofe.
Yo tendría ocho años, ese mediodía
en que volví a casa llorando, un chico
del colegio me arrinconó en el pasillo,
me agarró fuerte de las muñecas
y besó mis labios.
Yo también entendí mamá,
que cualquier ser es un infierno
si no es una la que decide abrirle
las puertas de su cuerpo.


Luciana Reif
Inéditos



Luciana Reif nació en la localidad de Lanús en 1990. Es Socióloga y becaria CONICET por la Universidad Nacional de Avellaneda. Participó de la antologías El Rayo Verde (Viajero Insomne, 2014 y 2015). Poemas suyos fueron traducidos al italiano por el Centro Cultural Tina Modotti. Coordina junto con Valeria De Vito el ciclo "Lo que tan rápido fuga". "Entrada en Calor" es su primer libro publicado (El Ojo del Marmol, 2016).





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