lunes, 22 de agosto de 2016

DOLORES ETCHECOPAR


yo ruego que la noche no hiele las flores






entonces vi que la ciudad se hundía
y grité después         mucho después
un grito que me llevó de mí hasta el tiempo
y no se oyó
dónde era que yo rogaba por nosotros
los que íbamos
íbamos
con las aguas y las flores y los restos
de una frase a medio decir
porque el No alumbraba ese lugar inmenso 
donde el viento de las palabras
soplaba sin cesar
y nos apagaba

*

mientras leo el roce de la ferocidad
que recorre mi espalda
algunas palabras forman pequeñas canoas
las empujo al cielo que relumbra devastado
advierto que mi cabeza se inclina en la lectura
como la de mi padre
cada vez el amor llega con esa pendiente
al libro que se abre     y pide
que deje afuera las armas
lo que ellas han destruido
la brisa sola
la respiración alcanza a mover las páginas
de otro mundo

                            *

después no hay consuelo no hay pecado
hay nubes que alumbran rosas que
se deshacen donde nadie echa raíces
pero sí un infinito
un canto alrededor alrededor
de lo que llora en mis manos cuando duermo

yo ruego que la noche no hiele las flores
que el día abra sus puños
y que adentro estén mis ojos
viéndote reír 


                    *

vuelvo al  pozo de tu amor
voy a beber otro sorbo para seguir
mis pies llevan tu forma despeñada    y caminan
como caballos pequeños hacia la muerte
estarás allí   padre
en el salto de mi alma
mi madre se habrá alejado
tendré que levantar la voz para llamarla
pero tú    padre
sé que estás haciendo tiempo
en el borde de tu muerte
cada día de mis días
una puntada más
une lo que está separado
hasta que en toda su extensión sólo brille
el hilo transparente de tu amor
esa orilla nueva
donde yo desaparezca

                          *
la lluvia lavó los caminos
ninguna huella señala lo que aún perdura
ninguna lo que se ha ido para siempre
estás a tiempo
por el cristal de la tristeza
pasa la luz de tu cansancio
de pronto maravillada


Dolores Etchecopar
del libro   El cielo una sola vez



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