yo ruego que la noche no hiele las flores
entonces
vi que la ciudad se hundía
y
grité después mucho después
un
grito que me llevó de mí hasta el tiempo
y
no se oyó
dónde
era que yo rogaba por nosotros
los
que íbamos
íbamos
con
las aguas y las flores y los restos
de
una frase a medio decir
porque
el No alumbraba ese lugar inmenso
donde
el viento de las palabras
soplaba
sin cesar
y
nos apagaba
*
mientras
leo el roce de la ferocidad
que
recorre mi espalda
algunas
palabras forman pequeñas canoas
las
empujo al cielo que relumbra devastado
advierto
que mi cabeza se inclina en la lectura
como
la de mi padre
cada
vez el amor llega con esa pendiente
al
libro que se abre y pide
que
deje afuera las armas
lo
que ellas han destruido
la
brisa sola
la
respiración alcanza a mover las páginas
de
otro mundo
*
después
no hay consuelo no hay pecado
hay
nubes que alumbran rosas que
se
deshacen donde nadie echa raíces
pero
sí un infinito
un
canto alrededor alrededor
de
lo que llora en mis manos cuando duermo
yo
ruego que la noche no hiele las flores
que
el día abra sus puños
y
que adentro estén mis ojos
viéndote
reír
*
vuelvo
al pozo de tu amor
voy
a beber otro sorbo para seguir
mis
pies llevan tu forma despeñada y
caminan
como
caballos pequeños hacia la muerte
estarás
allí padre
en
el salto de mi alma
mi
madre se habrá alejado
tendré
que levantar la voz para llamarla
pero
tú padre
sé
que estás haciendo tiempo
en
el borde de tu muerte
cada
día de mis días
una
puntada más
une
lo que está separado
hasta
que en toda su extensión sólo brille
el
hilo transparente de tu amor
esa
orilla nueva
donde
yo desaparezca
*
la
lluvia lavó los caminos
ninguna
huella señala lo que aún perdura
ninguna
lo que se ha ido para siempre
estás
a tiempo
por
el cristal de la tristeza
pasa
la luz de tu cansancio
de
pronto maravillada
Dolores
Etchecopar
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