mi
voz es suave pero tiene esquirlas, lo juro
El agua se llena de vetas
Cuando él mete sus manos
engrasadas
el paisaje se descompone
el cielo se multiplica
él mismo parece un extraño
que mira el agua y sonríe
Después vuelve a sus
cosas
hay días donde trabaja
bien, otros que no
más allá el campo
más acá la ruta
El taller es como un cubo
en medio de la nada
un dado que escapó de la
mano de Dios
Sí, Dios pasó alguna vez
por ahí
Lo acompañaba su mujer
cansada de estar sola en
la casa
Por eso viajan juntos
Eso explicaron
mientras bajaban de un
camión medio muerto
Roberto calibró el peso
de los neumáticos
hasta que esa chatarra fue
un animal brioso otra vez
Él se pone contento cuando
pasa sus manos engrasadas
por un trapo
como si limpiase restos
de sangre y pelo
mientras dice "ya
está"
Los camiones reviven
se pierden en la ruta
licuados en la luz
blanquísima del horizonte plano
un reflejo y luego nada
Roberto se siente más a
gusto entre motores
que conversando
en especial, si son
mujeres
A su hermana Pamela le
causa gracia esa incomodidad
esa renuncia a saber de qué
están hechas
Y eso que alguna vez ella
se desnudó para él
Pero fue hace tiempo
mejor, no recordarlo
Pamela se fue pronto del
pueblo
Le tomó fotografías porque
dice
que él tiene un hermoso
perfil italiano
Roberto sabe que esos
retratos fueron a parar a un museo
o algo así
No le importa
él nunca se fue
ni siquiera cuando
cerraron la fábrica
Bajó la persiana del
taller un tiempo
pidió empleo en una
panadería
Le gustaba quedarse toda
la noche ahí
alimentando el horno con
leña
amasando un pan sedoso
como una piel
Duró poco
Al fin volvió a lo suyo
no sabe hacer otra cosa
más que interpretar de
qué está hecho
el quejido de los
camiones
Bueno, también le gusta tocar
la guitarra
De vez en cuando se va al
patio
susurra unas canciones
que hablan de algo que
hace ruido ahí al fondo
de chicas que atraviesan
rutas fulgurantes como truenos
Fuimos hechos para correr
Creó esa letra de puro
accidente
Cuando canta evoca una
novia que nunca tuvo
Ella se peina con los
dedos
En su pelo oscuro se reflejan
estrellas fugaces
como en el fondo de un
balde de lata
Pero las mujeres dan
trabajo
y él prefiere cantar solo
mirar el campo de trigo
que va creciendo
con su lomo claro
estirado al sol
No le interesa huir
Sabe bien dónde está
parado
Tiene manos muy grandes
y borceguíes cubiertos de
polvo.
Quisiera que mi voz sea
más gruesa…
Quisiera que mi voz sea
más gruesa y salvaje.
Que tuviese esquirlas,
restos de noche, pequeños agujeros
por donde pueda pasar esa
melancolía
que acompaña mi corazón.
Será cuestión de tiempo.
Todos dicen que sé cantar
aunque soy muy joven.
Aretha lo dice. Cindy. No
sé si Duke Ellington lo diría.
Escucho sus discos.
Sigo esa melodía como un
camino que guarda
mi zona más secreta.
¿Aún pensarías que soy
una dama sofisticada, Duke,
si me vieras con estas
botas de goma y este abrigo inmenso
caminando bajo la nieve
para calmar todo lo que
suena al fondo de mi voz?
Muy arriba, el cielo es
de un azul claro, artificial, como las luces del escenario.
Ya no me asustan.
Cuando mi padre dijo
“cantá sin miedo”, yo le creí.
Él volvió un día con la
misma naturalidad con la que me había abandonado.
Sus ojos y los míos son
oscuros.
Los ojos de mi madre son
tan claros como el agua.
Sin embargo, me reconozco
en ella.
Anduvimos juntas de Texas
a Nueva York.
Saltamos de casa en casa
llevando el piano como
una mascota prehistórica y entrañable
un dinosaurio de escamas
de madera lustrada
que se recuesta a mis
pies cada vez que lo abro.
Yo no pedí esta vida pero
acá estoy, llena de canciones y de premios
preguntándome cada vez si
una melodía saldrá del piano.
La prensa dice que soy genial.
Pero ser genial no te da
fortaleza
no te da amor.
Mi novio se fue aunque yo
era genial.
(Empecé una canción nueva
con esa idea).
Las cosas no funcionaron
pero aún así le gustan
mis canciones.
Me pregunto si eso lo hace
feliz.
Una letra solitaria puede
sonar a nada
aunque si la visto con
música, ahí está la magia.
Es lo que sé hacer.
Mi padre dice que estoy
habitada por la diosa Sarasvati
que es hermosa y cuida
del arte y la verdad.
Creo que la adora porque
los dos son hindúes
y tocan el sitar.
Ese hombre sólo ama lo que
tiene que ver con él.
Camino bajo la nieve
cubierta con un gorro que tejió mi madre.
Nadie me reconoce ni me
pide autógrafos.
Mi voz es suave
pero tiene esquirlas, lo
juro,
esquirlas de cristales
rotos que volaron
como estos copos de nieve
que me mojan la cara
arrastrados por el viento.
Caen en la vereda con un
rumor silencioso
que sé escuchar porque
también sé escuchar a mi corazón
su melodía imperceptible
al fondo del abrigo.
Tu corazón también late
así.
Aunque te fuiste, yo conozco
su secreto.
Ivana Romero
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